Espiritualmente uno es
lo que siente, mentalmente uno es lo que piensa y físicamente uno es lo
que hace. Pero en ocasiones uno “piensa y hace” lo que no “siente” y
esto produce una constante insatisfacción o Dukha, que nos lleva a la
tristeza, ansiedad o angustia.
El Yoga afirma que
nosotros somos un espíritu que tiene una mente y un cuerpo. Así, lo
primero que aprendemos de los Maestros de Yoga, hace 2000 años a. C., es
el Viyoga, una Técnica enseñada por Patanjali, que consiste en separar
el espíritu de la mente y del cuerpo, ver su verdadera naturaleza. Esta
Técnica, nos permite comprender mejor nuestros sentimientos y nuestros
estados afectivos, para luego poder integrarnos mental y corporalmente.
La primera Técnica
enseñada en los Sutras, ha sido el Viyoga o sea, la capacidad de separar
lo espiritual de la mente y del cuerpo. Nosotros somos lo que sentimos,
porque lo espiritual de nosotros y de algo, es lo que se siente en un
momento determinado, generando un estado afectivo.
El Yoga enseña a
desarrollar la inteligencia espiritual del ser humano, entendiéndola
como capacidad de adaptación afectiva, sentimental y anímica de un
individuo a su entorno. Esta capacidad de adaptación espiritual, permite
al yogui sobrellevar sentimientos y situaciones que a otras personas
les resultarían insoportables.
El yogui, como cualquier
practicante de Yoga, aprende a sentir. Comienza a entender y aprender
que él, no sólo es lo que piensa o cree (mente) o lo que a su vez, hace
mediante actos (cambios físicos del mismo cuerpo y de las cosas que lo
rodean: acciones). El yogui, comienza a entender que su espíritu es lo
que él mismo siente. Y comienza a saber que es más importante Ser que
Tener.
Por ejemplo, es más
importante Ser médico, actor o profesor de Yoga, a sólo Tener un título
de médico, actor o profesor de Yoga; es más importante Ser feliz, que
Tener cara de felicidad. Porque la felicidad nunca se Tiene, siempre se
logra cuando se Es feliz. La libertad es poder Ser, porque el Tener es
siempre pasajero. Para Ser uno mismo, uno debe aprender a Ser.
Y para aprender a Ser,
uno debe comunicarse con su ser interior, con sus sentimientos, pasiones
y anhelos, con sus afectos y estados anímicos.
Nuestro mundo afectivo
es nuestro espíritu. Si decimos que la inteligencia espiritual del ser
humano es la capacidad de adaptación afectiva, sentimental y anímica de
un individuo a su entorno, el Yoga como ninguna otra ciencia, nos
permite trabajar en la inteligencia afectiva (capacidad de entender y
adaptarse a los sentimientos y afectos de los otros), así como nos
permite trabajar con la inteligencia emocional (capacidad de entender y
adaptar las emociones a nuestro ser).
La finalidad del Yoga,
no es sólo la integración psicofísica-espiritual del ser humano, la
finalidad del Yoga tampoco es la integración social y eto-ecológica del
individuo, la finalidad del Yoga, hace 5.000 años, es el Samadhi, esa
experiencia de Plenitud existencial que nos integra con Dios, el
Universo o el Todo. Y esa experiencia sólo se logra con la educación
espiritual y cuando decimos educación espiritual, no nos referimos a
educación religiosa. Ser espiritual no significa ser religioso y ser
religioso, no significa ser precisamente espiritual.
Por ejemplo, el espíritu
y la espiritualidad se pueden desarrollar desde arte, el arte es la
expresión del espíritu. El arte expresa nuestros sentimientos. Si
entendemos esta visión podremos comprender cómo una Asana o postura de
Yoga, puede llegar a ser espiritual, simplemente por la actitud
(predisposición a un acto).
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